Este es un libro con suerte. Nació con el propósito de ser sólo un texto coyuntural y sucinto, de esos que, como diría Jardiel Poncela, se leen mientras sube el ascensor, y ha sobrevivido veinticinco años. Lo escribí con el propósito de difundir el ideario liberal en un país que, como Guatemala, estaba sometido a dos fuerzas enfrentadas y opresivas: el marxismo y el militarismo.
Ningún espacio se permitía entre ambas, menos a quienes amábamos la libertad y la paz.
No todos los libros que hoy se publican sobreviven tanto tiempo. Tampoco las ideas que en ellos se vierten. Muchas envejecen, otras se esfuman o pasan de moda. La fortuna de este texto reside en que sus conceptos se han vuelto con los años moneda corriente. Por eso, al verle hoy en esta nueva edición, tan moderno y bien vestido, no puedo por menos de saludarlo con el gozo del padre que, veinticinco años más tarde, ve a su hijo convertido en un adulto.